Se
puso las mallas adornadas de colores chillones y abrió la desvencijada taquilla
donde pudo observar la máscara que colgaba de una percha, una vez por semana se la ponía y durante unas
horas su vida cambiaba por completo.
-¡Huracán
diez minutos y sales!-Le informó una voz desde fuera de los vestuarios.
Pero
él ya estaba preparado, durante toda la semana anhelaba ese momento, cuando su
mediocre existencia daba paso a esa otra vida, donde él era un héroe admirado y
vitoreado por la gente. Observó el cartel que anunciaba el show, “20 de mayo Arena
Coliseo de Chihuahua, Red Bandit vs El Huracán de Zacatecas por el Mexican
Campionship”, sonrió al ver aquella falta de ortografía que era uno de los
sellos de distinción de aquel título. Esa sería su noche, brindaría el cinturón
de campeón a la multitud enfervorecida y por unos minutos se sentiría el rey
del mundo. Se puso la máscara y se echó talco en los brazos y el torso, ya
estaba preparado para salir.
Se
asomó por la salida y vio a su rival, Red Bandit, quien cumplía su papel a la
perfección provocando a un público que le abucheaba, era él mismo quien debía
ser el héroe aquella noche, hacer olvidar a aquella gente sus tristes vidas y
de paso olvidar la suya misma. En ese momento el pabellón se quedó a oscuras y
la voz del “speaker” resonó por todo el pabellón:
-¡Aspirando
al título de “Mexican Campionship”, con 79 kilogramos de peso y metro setenta y
cinco de altura, desde Sombrerete estado de Zacatecas…..EL HURACÁN DE
ZACATECAS!
Las
luces iluminaron todo el pabellón y el público se puso en pie aplaudiendo y coreando
su nombre, de la que avanzaba hacia el ring se mezclaba con los fans que le
mostraban todo su ánimo mientras él les devolvía su gesto característico. Se
subió al ring y apoyándose en las cuerdas antes de entrar en el mismo, miró al
infinito en aquel enorme pabellón alzando la mano al cielo.
Entró
en el ring y entonces el referí dio comienzo al combate haciendo sonar la
campana. El Huracán y su rival se tantearon durante unos instantes, momentos antes de enzarzarse en el combate.
Red Bandit increpaba al público con gestos obscenos y palabras groseras,
mientras el Huracán trataba de buscar el apoyo del público, fue entonces cuando
su rival le atacó desprevenido provocando los abucheos de gran parte de la
grada.
El
combate comenzó con poca intensidad, los luchadores se intercambiaban golpes y
se mostraban cierto respeto. Fue entonces cuando el combate empezó a tomar
forma y fue Red Bandit quien tomó la iniciativa con un par de llaves que
hicieron crujir la espalda del Huracán, muchos pensaban que estos espectáculos
no eran más que meros videoclips con coreografías absurdas y completamente
inofensivos pero él sabía que al día siguiente el dolor inundaría todo su
cuerpo. Bandit le estaba dando una paliza y tras hacerle una plancha desde uno
de los postes del cuadrilátero, parecía todo perdido.
Red
Bandit aprovechó que su rival estaba tendido en el suelo para burlarse de él y
del público con gestos obscenos y simulando que ya tenía el cinturón de
campeón, entonces los asistentes empezaron a corear el nombre del Huracán
buscando darle fuerzas. Bandit se disponía a aplicar su movimiento final que
sin duda supondría el fin del combate cuando los ánimos del público le
revivieron y pudo esquivar el golpe.
El
combate entonces cambió de color y fue el Huracán quien comenzó a coger la
iniciativa del mismo con todo tipo de llaves y movimientos desde los postes,
para finalmente realizar un acrobático golpe que dejó a su rival completamente
KO.
-¡UNO,
DOS…..TRES!-Coreó todo el pabellón al unísono.
-¡EL
HURACÁN DE ZACATECAS VENCE POR CUENTA DE TRES Y ES EL NUEVO CAMPEÓN DE
MÉXICO!-Anunció emocionadamente el “speaker” mientras el árbitro entregaba el
cinturón de campeón.
Tomó
el cinturón y se quedó observándolo durante unos segundos, el cuero ya estaba
desgastado al igual que la placa donde se podía leer “MEXICAN CAMPIONSHIP 1968”
y el águila devorando la serpiente que simbolizaba al país. Entonces cogió el
título y lo alzó ofreciéndoselo al público y al mundo, esa sensación era
parecida a la gloria. Se subió a las cuatro esquinas mostrando a todo el mundo,
el cinturón que le acreditaba como campeón de México y gran parte del público
seguía allí vitoreándole, resistiéndose a finalizar aquella gran velada.
Cuando
bajó del ring saboreó las mieles de la victoria, la gente del público le
felicitaba y se sacaban fotos con él o le pedían autógrafos, tanto niños como
mayores. Un grupo de chicas le pasaron una nota con sus números de teléfono a
la par que le guiñaban el ojo. En cuanto le vio el jefe de entrenadores corrió
a darle un abrazo, diciéndole que de veras se merecía esta victoria, de camino
a los vestuarios todo el equipo le iba felicitando.
Fue
entrar en el vestuario y una nueva oleada de aplausos le recibió, todos sus
compañeros estaban de pie para felicitarle, muchos de ellos ya estaban listos
para marcharse y habían esperado solo para verle. El primero en acercarse fue
el Red Bandit que acababa de salir de la ducha y le dio un fuerte abrazo,
entonces le dijo:
-Habíamos
quedado para tomarnos unas chelas ahora mismito, ¿supongo que el flamante
campeón vendrá con nosotros?
-Es
una lástima pero debo de hacer una sustitución en la gasolinera.-Respondió
apesadumbrado el Huracán, recordando las obligaciones de su otra vida.
-Es
una pena, sabes tan bien como y que los viernes noche de Chihuahua son
peligrosos.-Entonces Bandit soltó una sonora carcajada.
-Tengan
cuidado de no tomar demasiado y vigilen con quien vuelven para casa, ya saben
que la noche confunde.-Dijo divertido Huracán.
-¡Mientras
no sea tan pinche pendeja como tú me basta!-Soltó bromeando otro de los
luchadores que estaba ya preparado para marcharse.-Entonces la semana que viene
segurito que te vienes.
-Sí,
la semana que viene les seguiré el paso. Nos vemos el miércoles en el
entreno.-Le respondió el Huracán al compañero que ya salía por la puerta.
Mientras
se desvestía y vendaba un par de golpes que había tenido durante el combate, el
vestuario se fue quedando en silencio y vacio, ya no quedaba nadie cuando salió
de la ducha. Mientras se secaba fijó su vista en la taquilla donde colgaba la
máscara que le había dado la gloria aquella noche, en el banco apelotonado se
encontraba su uniforme de trabajo para la gasolinera. Volvía a ser Ramón Solís
y dejó a un lado al Huracán de Zacatecas, quien había dado la gloria aquella
noche, observó el cinturón de campeón y lo guardó como oro en paño para
devolverlo al director, quien debía guardarlo para el próximo combate. No sabía
si dentro de una semana volvería a experimentar la gloria o quizás una amarga
de rota, miró la hora y abandonó apurado el vestuario, había llegado la hora de
volver a su otra vida, la que carecía de focos y de gloria.