jueves, 12 de diciembre de 2013

Caminante no hay camino

Los caballos tiraban del carro traqueteante mientras atravesaba los pedegrosos caminos del Pirineo. El sonido de los disparos y bombas en el horizonte, señalabana el ensañamiento del ejército vencedor contra los últimos reductos de resistencia.

La salud del hombre estaba ya muy delicada pero no pudo resistirse a asormarse al exterior para echar un último vistazo a su amado país. A los lados del camino pudo observar con tristeza un grupo de personas cargadas con sus posesiones que al igual que él huían a un destino incierto. Una de las mujeres llevaba el cuerpo inmovil de su hijo en brazos, el dolor y la tensión de su cara contrastaban con la mortal tranquilidad del niño.


La fuerte tos interrumpió sus pensamientos, no sabía si sobreviviría al viaje, ¿tenía todo aquello sentido? Una de las mujeres que se encontraba en el carro le acercó un poco de agua.


-¿Se encuentra usted bien señor?


-Mentiría, si le dijera que sí.-Respondió el hombre cínico mientras cogía bota llena de agua.


-No se preocupe, mañana estaremos en Francia.-Dijo la mujer como tratando de convencerse a sí misma.


El hombre se volvió a sentar en el carro y contempló el paisaje nevado, mientras imagenes de todo lo que quedaba atrás cruzaban su memoria. Las lágrimas brotaron de sus ojos, no le atemorizaba la muerte sino todo lo que dejaba atrás, la misería de la guerra, su hogar y sus amigos. Absortó en sus pensamientos recordó un poema, escrito hace años, y con su voz entrecortada como un llanto declamó sus últimos versos en la patria a la que ya no volvería:


“Caminante, son tus huellas

el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.”*



*Poema original de Antonio Machado, Proverbios y cantares (XXIX).

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